domingo, 31 de marzo de 2024

LA TUMBA NO ES EL FINAL


¡Aleluya! JESÚS ha resucitado, demostrando a los escépticos que la muerte no tiene la última palabra. Su victoria sobre el pecado nos ofrece perdón y nos hace justos ante Dios. Este momento es inolvidable, nos libera del pecado y nos impulsa a la victoria. ¡Cristo ha vencido y nosotros somos victoriosos! 

El apóstol Pablo también enfatiza esta victoria de JESÚS sobre la muerte.

¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo”. (1 Corintios: 55-57).

Su resurrección triunfante un día como hoy cambió para siempre la historia de la humanidad. 

A través de su sacrificio por nuestros pecados y su resurrección gloriosa, Jesús vino a derrotar el poder del pecado y la muerte. A traer una esperanza nueva y una promesa de vida eterna que antes no existía. 

Con su resurrección, selló su condición divina y nos mostró que Él es realmente el Hijo de Dios y Salvador prometido. Esta gran verdad es motivo de celebración y júbilo para todo aquel que cree. Pues la resurrección significa que nuestros pecados han sido perdonados y tenemos un nuevo futuro por delante. 

Significa que la muerte ya no es el fin, sino un nuevo comienzo. Significa que más allá de esta vida terrenal hay un Reino sin fin que nos espera. 

Así que amados amigos, amigas, al celebrar hoy este acontecimiento crucial, no olvidemos la alegría e igual esperanza que él trajo. Y recordemos que también nosotros, como dice Pablo, hemos resucitado espiritualmente con Cristo a una nueva vida.

¡Feliz Día de Resurrección para todos!


sábado, 30 de marzo de 2024

Y DESPUÉS DE LA MUERTE?

 



¿Alguna vez te has preguntado cuál será el destino de tu alma después de la muerte? ¿Has reflexionado por unos momentos si estás preparado para ese evento?

Aunque muchos intentan evadir el tema, tarde o temprano debemos enfrentar lo que sucederá después de nuestro último aliento.

Job habló por todos nosotros cuando preguntó: "El hombre nacido de mujer, corto de días y hastiado de sinsabores, sale como una flor y es cortado, y huye como la sombra y no permanece... si el hombre muriera, ¿volvería a vivir?" (Job 14:1-2, 14).

La Biblia nos dice que no solo hay vida después de la muerte, sino que hay una vida eterna tan gloriosa que "cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman" (1 Corintios 2:9).

Jesucristo, Dios encarnado, vino a la tierra para darnos este don de la vida eterna. "Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5). Aunque eventualmente todos resucitaremos, no todos irán al cielo. En esta vida, cada persona debe tomar una decisión, y esto determinará su destino eterno.

La Biblia dice que está establecido para nosotros morir una sola vez, y después de eso viene el juicio (Hebreos 9:27). Aquellos que han sido hechos justos por la fe en Cristo irán a la vida eterna en el cielo, pero los que rechazan a Cristo como su Salvador serán enviados al castigo eterno del infierno (Mateo 25:46).

El infierno, al igual que el cielo, no es solamente un estado de existencia, sino un lugar literal y muy real. Es un lugar donde los injustos experimentarán la eterna ira de Dios sin fin.

En el infierno, habrá el lloro y el crujir de dientes, dando inicio a una pena intensa y cólera (Mateo 13:42). Este es un lugar "donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga" (Marcos 9:48).

Estimado amigo, Dios no quiere que nadie muera, sino que el hombre viva con Él en la eternidad, y solo depende de una decisión. Dios no nos va a forzar a la sumisión. Si escogemos rechazarlo, Él acepta nuestra decisión de vivir apartados de Él eternamente. La vida sobre la tierra es una prueba, una preparación para lo que ha de venir.

Para los creyentes, es la vida eterna en la presencia inmediata de Dios. Para los incrédulos, la vida después de la muerte es una eternidad en el lago de fuego.

Entonces, ¿cómo podemos recibir la vida eterna y evitar una eternidad en el lago de fuego? Hay solamente una manera: a través de la fe y confianza en Jesucristo. Jesús dijo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá, y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente..." (Juan 11:25-26).