domingo, 11 de febrero de 2024

Venezuela ...a quién culpar de su eliminación?


Ah, el drama olímpico en su máxima expresión. Los chamos venezolanos, enfrentándose a los audaces paraguayos, con el sueño de llegar a París, la ciudad del amor, la luz y, aparentemente, del fútbol olímpico que se les escapa de las manos. Imagínate la escena: el estadio vibrando con la esperanza de una victoria, solo para ser silenciado por el inconfundible sonido del sueño olímpico desinflándose como un globo viejo.

Y claro, ¿a quién culpar? ¿Al equipo contrario, que tuvo la audacia de marcar más goles? Demasiado directo. ¿A la estrategia, o la falta de ella? Demasiado técnico. Mejor culpar al árbitro, ese eterno villano del drama futbolístico, aunque en esta ocasión, parece que ni siquiera él pudo influir en el resultado. Es como si los dioses del fútbol dijeran: "No, amigos, esta vez no pueden echarle la culpa al de negro". Pero, ¿acaso eso detiene a nuestros héroes? Por supuesto que no. La amargura necesita un hogar, y qué mejor hogar que el siempre confiable chivo expiatorio arbitral.

Al final, la desolación es palpable, un guion digno de una tragedia griega, pero con shorts y camisetas deportivas. Los sueños de París tendrán que esperar, y mientras tanto, nos quedamos con las historias de "qué hubiera pasado si...", ese pasatiempo favorito de los aficionados al deporte en todas partes. Aún así, recordemos el lado positivo: siempre se puede intentar de nuevo en cuatro años. Y quién sabe, tal vez para entonces, el árbitro se convierta en el héroe inesperado. O no, pero al menos es una esperanza a la que aferrarse (VAY)


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