En un giro de trama digno de una película de suspenso, nos encontramos ante el
enigma de cómo, en medio de la violencia y el caos de los motines carcelarios,
florecieron en las cárceles ecuatorianas verdaderos oasis de lujo. Piscinas
donde debería haber celdas, galleras en lugar de patios de ejercicio,
discotecas en vez de comedores, y suites que desafían la imagen tradicional de
una prisión. A esto se suman túneles dignos de una gran fuga, paredes y pisos
con doble fondo, y una infraestructura tecnológica que rivalizaría con un hotel
de cinco estrellas. La pregunta que resuena es: ¿Cómo es posible que tales
extravagancias pasaran desapercibidas bajo la mirada de quienes debían mantener
el orden?
El comandante general de la Policía, César Zapata, y
el contralmirante Jaime Vela, jefe del comando conjunto de las Fuerzas Armadas,
apuntan hacia el Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Adultas
Privadas de la Libertad y a Adolescentes Infractores (SNAI) como el responsable
de investigar y reportar tales anomalías. Sin embargo, la gran incógnita sigue
siendo: ¿Por qué el SNAI no ha llevado estas evidencias ante la Fiscalía? ¿Qué
secretos se esconden detrás de estas paredes lujosas y quiénes son los
verdaderos beneficiarios de esta protección?
Esta situación nos lleva a una reflexión más profunda
sobre los sistemas penitenciarios y la corrupción que puede anidar en sus
entrañas, permitiendo que las prisiones, lejos de ser espacios de reinserción
social, se conviertan en pequeños feudos regidos por las reglas de quienes
deberían estar sometidos a la justicia. La existencia de estos "palacios
penitenciarios" no solo desafía la lógica y la moral, sino que también
plantea serias preguntas sobre la eficacia y la integridad de las instituciones
encargadas de la gestión carcelaria.
El escenario está listo para una investigación a fondo
que desentrañe este misterio y exponga las redes de complicidad que han
permitido tal desviación de la norma. La sociedad espera respuestas, y la
justicia, un camino claro para restaurar la confianza en sus instituciones.
Este no es solo un caso de lujos inapropiados, sino un símbolo de los desafíos
que enfrenta el sistema penitenciario en su lucha contra la corrupción y el
crimen organizado. (O)
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