¿Alguna vez has estado en una fiesta donde el anfitrión se come todo el pastel, dejando solo las migajas para los demás invitados? Pues bien, bienvenidos al festín del capitalismo ecuatoriano, donde la banca se relame los bigotes mientras el resto de la sociedad mira el plato vacío con hambre.
Veamos, no es ningún secreto que en la fiesta del
capitalismo, la banca siempre baila cerca de la mesa del buffet. Pero, ¿qué
pasa cuando esa mesa está en un salón donde la mayoría apenas si puede oler lo
que se cocina? Ahí es donde la música se detiene y la fiesta se torna un
poco... incómoda.
En Ecuador, el baile ha sido largo y lucrativo para el
sector bancario, que ha visto cómo sus arcas se llenaban al ritmo de los
últimos veinte años dolarizados. Sin embargo, a la hora de pasar la gorra para
enfrentar la crisis que vive el país, parece que de repente todos tienen dos
pies izquierdos y se resisten a contribuir al bien común.
No se trata de negar el papel vital que juega la banca
en la economía y en el bienestar social; es más bien una cuestión de equidad.
Imagínate una banca que, en vez de acumular puntos para sí misma, juega en
equipo y pasa el balón para marcar goles en la portería del progreso colectivo.
Esa es la visión: una banca que no solo se preocupa por engordar su propia
cuenta, sino que también invierte en el bienestar de la sociedad a la que debe
su éxito.
En este momento, Ecuador necesita héroes financieros,
dispuestos a invertir en el futuro del país, no solo en su próximo yate. Al
final del día, ¿de qué sirve tener el pastel más grande si el resto de la
fiesta se queda mirando con hambre? Quizás es hora de que la banca considere
pasar un poco más de ese pastel, asegurando que la fiesta del capitalismo sea
un poco más disfrutable para todos. (O)
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