Ya era
pasado la media noche cuando Eddie encontró a su Madre llorando a solas y
doblada de rodillas. Sobre el aparador una botella de licor y un pequeño equipo
que retransmitía música del recuerdo de los años 60.
A su
memoria le traían hermosos recuerdos cuando conoció a su extinto esposo,
Eduardo, con quien compartió 40 años de vida antes que un infarto al corazón
cegara su vida. Desde aquel entonces sus días no fueron los mismos y cada
domingo por la mañana que va al cementerio deposita una ofrenda floral con la
esperanza de volverlo ver.
En vida,
Eduardo abrigaba la esperanza de cumplir tantos años de casados y se organizaba
para celebrar sus bodas de Oro. Aquel día nunca llegó y Marian se refugió en la
soledad y en el licor. Madre, ¿por qué
lloras? Irrumpió su hijo Eddie y al ver el rostro humedecido de su madre,
comprendió.
Esta
pequeña historia, se repite día a día en medio de una sociedad desgastada de
esperanza y recrudecido por el dolor. Jesús, el
Hijo de DIOS quien murió por nosotros en la cruz ofrece al Hombre la
oportunidad de reencontrarse con todos los seres queridos si está dispuesto a
reconocer sus pecados, pedir perdón y recibirlo como su Salvador y Señor.
Querido
amigo. Te preguntarás por qué tenemos que reconocer que hemos pecado. Las
Sagradas Escritura tiene la respuesta.
“Por cuanto todos pecaron, estamos destituidos de la Gloria de Dios” (Romanos
3:23).
En su
infinita misericordia, DIOS mostró su amor para con nosotros que envió a su
Hijo, JESÚS, a pagar nuestra culpa. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida
eterna” (Juan 3:16).
¿Qué
esperar entonces? En el Libro de Los Hechos, el evangelista Lucas escribió: “Así
que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para
que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio”.
Jesús no
nos ha dado la espalda, por el contrario, él está esperando que nosotros
recibamos su invitación: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye
mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”
(Apocalipsis 3:20).
Querido
amigo, DIOS nos dio la facultad de poder elegir. O lo aceptamos o sencillamente
lo rechazamos. El respetará nuestra soberana decisión y cualquiera que ésta sea
somos responsable de asumir las consecuencias.
Si
aceptamos y creemos que JESÚS es nuestro Señor. “El
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de
Dios. Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con
él, para que juntamente con él seamos glorificados”. (Romanos 8:16-17).
Acepta
pues amigo la invitación. No te pierdas de entrar en comunión con DIOS “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de
ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor” dice
Apocalipsis 21:4.