La
objetividad es un ideal en el periodismo, pero cuando se trata de opinión, esta
se mezcla inevitablemente con la subjetividad. Eso no significa que el rigor
deba quedar de lado. No es lo mismo argumentar desde datos verificables que
construir relatos en base a emociones o intereses personales. La opinión, para
ser válida y valiosa, debe partir de hechos contrastados. De lo contrario, no
es más que propaganda disfrazada de análisis.
En
tiempos de elecciones, las palabras tienen un peso enorme. Un titular
sugestivo, una frase ambigua o un comentario fuera de contexto pueden inclinar
la balanza de manera sutil, pero efectiva. No se trata de censurar la opinión,
sino de exigir responsabilidad. Un periodista puede tener una postura clara,
pero debe dejar espacio a la pluralidad, presentar las distintas caras de la
moneda y, sobre todo, evitar caer en la trampa de las falacias o la
desinformación.
El
problema es que en la era de la inmediatez y las redes sociales, el rigor
periodístico parece haber cedido terreno a la velocidad y al impacto. El
sensacionalismo vende más que la reflexión pausada, y la verdad muchas veces
queda relegada en favor del titular llamativo. No es de extrañar que, en este
contexto, la confianza en los medios de comunicación haya disminuido
drásticamente.
¿Qué
podemos hacer ante esto? Para empezar, exigir transparencia. Es legítimo que un
periodista tenga inclinaciones políticas, pero debe hacerlas explícitas en
lugar de disfrazarlas de objetividad. La verificación de datos debería ser un
requisito ineludible antes de publicar cualquier análisis, y la diversidad de
fuentes debería ser la norma y no la excepción. Además, la ética periodística
debería recuperar su sitial de honor, evitando ataques personales y apostando
por un debate de altura.
El
periodismo de opinión tiene el poder de enriquecer el debate electoral, de
invitar a la reflexión y de ofrecer perspectivas valiosas para los votantes.
Pero también puede convertirse en un arma de manipulación cuando se ejerce sin
responsabilidad. En estos tiempos de polarización extrema, lo mínimo que
podemos exigir es un periodismo que, más allá de su carga subjetiva, no pierda
de vista su compromiso con la verdad.
¿Cómo percibes
el papel del periodismo de opinión en tu país? Comparte tu opinión en los
comentarios. (O)